viernes, 7 de enero de 2011

Ya llega la noche



Ya llega la noche de puntillas

galopando hacia los costados,

un ramillete de luces brilla

¡ay! ya mi amor no tiene espinas.


Un lucero de barro viene arrastrando

repleto de vientos y de tangos,

iluminando la media sombra

encendiendo el susurro del llanto.


Agua turbia que sangra los tejados

riega los campos de luna nueva,

semillas de luz la están esperando

entre juncos de plata llenos de vida.


Ya llega la noche murmurando

de entre los balcones suspira,

dos orillas la están mirando

¡ay! ya mi amor traerá el día.



J.VN - Córdoba / Enero 2011


jueves, 7 de octubre de 2010

El exilio de los trenes



A veces, cuando uno viaja, y después regresa al lugar de partida tiene la sensación de que algo ha dejado en el camino, una extraña y terrible nostalgia de lo vivido en ese viaje se apodera del presente, pero la exigencia de lo cotidiano, trabajo, familia, amigos, el propio lugar de uno, hace que la vuelta a la normalidad sea posible y superemos con cierta facilidad esa necesidad nómada, de contraste o de incluso conquista que todos los seres humanos tenemos por instinto.

Pero cuando ese viaje que se realiza no tiene vuelta, y se prolonga durante años, es cuando se está condenado a vivir una infinita nostalgia de los lugares de origen. Especifico “lugares” porque, en mi caso, la circunstancia de volver al origen y al destino en reiteradas ocasiones me ha provocado un efecto de continuo desarraigo que incumbe tanto al lugar inicial de partida como al del reincidente destino, con el consecuente trastorno llegado el momento de desconocer que trayecto representa la ida y cual la vuelta.

Pero más allá de este complejo caso, sabrán que las razones para un Exilio pueden ser diversas, aunque la palabra se relacione más a menudo con un aspecto de refugio político.

Algunos declaran que no necesariamente hace falta viajar lejos para tomar distancia, otros aseguran que puedes estar en las antípodas y sentirte más cerca que nunca del origen, pero aparte de lo meramente geográfico, más allá de las diversas capacidades de cada uno para realizarse o frustrarse respecto a algo o a alguien en la latitud que uno elija, existe lo que se llama “Desarraigo”, y eso es algo que no entiende ni de hemisferios, ni de educación, ni de cultura, ni tan siquiera de dioses, y que irremediablemente siempre va unido al exilio ya sea obligado o voluntario.

Según la Real Academia de la Lengua Española, la palabra “desarraigar” tiene cuatro acepciones:

1.- Arrancar de raíz una planta.

2.- Extinguir, extirpar enteramente una pasión, una costumbre o un vicio.

3.- Separar a alguien del lugar o medio donde se ha criado, o cortar los vínculos afectivos que tiene con ellos.

4.- Expulsar, echar de un lugar, especialmente a un invasor o enemigo.

La primera me parece bastante trágica, demasiado gráfica y sensacionalista para mi gusto, incluso contiene una cuota de victimismo que creo no hace justicia con la supuesta individualidad y raciocinio que un ser humano tiene adquirido por defecto, aunque lógicamente no siempre podemos hacer uso de ese derecho natural, en ocasiones una sociedad enferma, una nefasta política o actitudes y estados fascistas pueden hacer que una persona pueda ser arrancada de raíz de un lugar o de su propia esencia como si fuera una mala hierba, ejemplos en la historia y en nuestro propio presente hay demasiados, lo cierto es que siempre hay actitudes externas genocidas o internas suicidas, que bien podrían comparar al hombre, como especie y no como género, con la fragilidad y vulnerabilidad de un hermosa planta.

Pero más allá de estar más o menos de acuerdo con cada una de las acepciones de esta palabra (cuando uno vive en primera persona los diversos significados de la misma no hay consuelo posible ni definición que sea fiel a lo vivido), lo que más sorprende es que todas ellas contienen una involuntariedad escalofriante, “arrancar de raíz”, “extinguir”, “separar a alguien”, “expulsar, echar de un lugar”, ninguna de ellas apela a una iniciativa propia que pudiera tener un individuo para “desarraigarse”, ¿Por qué?

Tratemos de leerlo de otra manera, “arrancarse de raíz”, “extinguirse”, “separarse de alguien”, “expulsarse, echarse de un lugar”…. Se me ocurre ahora que no hay peor separación afectiva que sentirla como un desarraigo emocional, la persona abandonada en una relación que termina puede llegar a sentir que emigra o exilia de su amor por haber sido expulsada de su lugar, o sea, de su pareja, y también se me ocurre que la que decide voluntariamente “expulsarse de un lugar” está obligada a construir en el destino (o renacimiento) una nueva vida llena de “colores y olores” hasta ahora inexistentes para ella, y todo lo que consiga será por tanto único e irrepetible y además estará asociado por siempre a ese lugar, y nunca a otro, eso sin duda será lo que le dará valor con el tiempo a esa nueva patria de la cual ya nunca será ajena.

Tal vez el que osa abandonar su origen y se aventura a surcar los mares de otro destino, tenga como objetivo dejar atrás su lugar antiguo en busca de conquistar lugares vírgenes que le hagan olvidar quien es, y que también le obliguen a esconder lo que nunca pudo continuar ni sostener, su propia vida.

Pero volviendo al tema más lingüístico, ¿No tienen más sentido y más dignidad estas cuatro últimas acepciones que las que propugna la RAE?

¿O es una locura pensar que “echarse de un lugar” o “arrancarse de raíz” es algo que todos necesitamos hacer en algún momento para sentirnos totalmente dueños de nuestra vida? Lo que pienso que ocurre es que hay unos que tienen que “arrancarse de raíz” más que otros…

Dice el cantautor Joaquín Sabina que “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, durante años me he preguntado cuál sería ese lugar, ¿el de origen? ¿O el de destino?, para entender por completo el significado de esta frase, que al leerla o escucharla puede parecer excesivamente trágica e innecesaria, creo que hay que sentirse huérfano de nuestro propio camino, transitar por nuestro tren de largo recorrido desde el primer vagón hasta el último, y darnos cuenta de que por muchos vagones que visitemos, por mucha sensación de viaje que tengamos, paisajes diversos o cambios de escenario, tendríamos que reconocer y permitirnos pensar, que puede ser que nuestro tren esté parado.

Algunos que se conceden esta oportunidad y se ven acorralados al constatar lo evidente, prefieren pensar que el tren está parado porque la vía es una vía muerta, yo prefiero pensar que todas las vías están intercomunicadas y que nos llevan allá donde queramos ir, y que solo una, bien oscura y espesa, no tiene más recorrido.

Indudablemente la dificultad radica en salir de este convoy, tener la valentía de preguntarse cómo se ha llegado hasta ese lugar, observar desde afuera con detenimiento el estado de nuestro tren, y sobretodo entender bien el funcionamiento de la locomotora, porque sino me temo que estaremos abocados a no llegar al destino, o en caso de alcanzarlo no valorarlo, y eso irremediablemente nos llevará a comenzar de nuevo desde el principio…

Hay lugares lejanos que generan desarraigos, y desarraigos que nos llevan a lugares lejanos, pero todos están dentro uno mismo, cada cual está autorizado a otorgarles su oportuna ubicación para encontrar la armonía necesaria. Solo uno mismo sabe bien la razón de sus exilios, y en el verdadero entendimiento de ellos reside la libertad de hacer con nuestra vida lo que realmente deseamos, sin mentiras, sin atajos, pero sobretodo sin dolorosos y largos desarraigos…

martes, 15 de julio de 2008

Sueños de película

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En mi infancia recuerdo que despertaba todas las mañanas con la misma imagen, los títulos de crédito con los que mis sueños terminaban, y con los frágiles ecos de una grandiosa banda sonora , digna de las grandes producciones de Hollywood.

Si al despertar cada mañana hubiera podido ver mi rostro en un espejo, creo que podría asemejarse a éste de la fotografía, la cual un amigo de mi madre tuvo la oportunidad de hacernos, una fría mañana madrileña de finales de los setenta.

Era un gesto que humildemente y sin demasiadas expectativas, trataba de dilucidar cuál era la explicación ante tan cinematográfica costumbre, esa cara podría corresponder a la de un ser humano ante la inquietud de un futuro incierto, rendido tal vez a su más insignificante existencia. En la opinión de otros, quizás, podría ser una miraba sabia, pero preocupada respecto a un enigma lejos de resolver, y quizás también para otros, podría pertenecer a la de un misterioso personaje sacado de una película de David Lynch, ese gesto casi anciano en el rostro de un niño, algo que no era extraño en la atmosfera que se respiraba en esos sueños, pues eran de otra dimensión.

Mis sueños eran como largometrajes, pero no solo en cuanto a “la película”, a veces en color, otras en blanco y negro, sino por todo lo que rodea al séptimo arte; la producción, la escenografía, la fotografía, la extravagante vida de los actores y las actrices, la locura del director, los extras – los cuales a veces eran miembros de mi familia - , vestuario, catering, iluminación, y por supuesto, guión.

El guión de esos sueños era algo muy importante, no solo porque el Texto es el alma de una película, o de un sueño en este caso, sino porque eran verdaderas adaptaciones de vivencias personales que se modificaban para el ocio y disfrute del espectador, osea de mi mismo.
Pero sin duda, lo que siempre me llamó la atención fueron las localizaciones, todos los sueños se filmaban en una ciudad inventada, creada solo y exclusivamente para estos sueños de película. Cada rincón era un lugar conocido por mí, miles de esquinas y paisajes de diversos lugares se unían en perfecta sintonía, creando una ciudad imposible y laberíntica, la cual conocía como la palma de mi mano; los jardines de la Victoria a las faldas de la Alhambra; un puerto de carga donde en las peores noches crujía la madera al escucharse los pasos de un terrible matón que venía a saldar viejas cuentas, todo eso, se encontraba justo enfrente del Retiro de Madrid donde ya era de día.

Cuando uno de los protagonistas estaba en apuros, yo sabía cómo ayudarlo, yo era el mejor amigo que cualquier personaje dentro de esa película podía tener. Eso sí, siempre que no hubiera un ascensor, si eso ocurría, quedaba paralizado, ya no era dueño de la historia, en ese momento el sueño se convertía en pesadilla.

Ya por entonces los ascensores eran un medio de transporte siniestro y letal para mis sueños. Nunca pude controlarlos, era como si el destino de los mismos en la película hubiera sido escrito por otras manos, eran “el elemento externo” de toda historia, lo desconocido e impredecible, eso representaban los malditos ascensores. Si al despertar una mañana, sentía el escalofrío del suspense, eso había sido sin duda, porque un ascensor había protagonizado una de las secuencias centrales de la historia, aun puedo recordar ese sudor frio que acompañaba las últimas letras de los títulos mezclándose con la voz de mi madre pronunciando mi nombre para que despertara.

Aun hoy, algunas noches, los ascensores me acompañan velando mis sueños, con ese sonido metálico y discontinuo, intentando hacerme recordar que no todo está controlado, que la historia siempre puede dar un giro inesperado.

Tal vez, aquella mañana fría del Madrid de los setenta, en la que mi madre y yo mirabamos al objetivo de esa cámara, me sentí un personaje de la historia de cualquier sueño, indefenso y modificable, un nombre más en los títulos de crédito en el despertar de cualquiera.
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J.VN - Buenos Aires - Julio 2008

lunes, 14 de julio de 2008

Al escondite inglés


Es una habitación sombría, afuera se escucha a los niños del colegio jugar al escondite inglés, la tenue luz del atardecer penetra por la ventana del techo abuhardillado partiendo en dos el rostro de Alberto, es miércoles.


Helen – ¿Y porque no me dijisteis nada?

Alberto
- Nunca lo supe en realidad, tal vez pensé que no deberías saberlo, que nunca me lo perdonarías.

H
– Pero siempre sentí una confianza plena en ti que me hacia estar tranquila. Desde aquella tarde en Salou, cuando llegó Saskja de Berlín, ¿recuerdas? Desde esa misma tarde decidí que nunca más dudaría de tu opinión.

A
– Lo sé, y ahora que estoy aquí, sentado frente a tí, en esta habitación que un día fue nuestra, me siento culpable de no haber estado a la altura de las circunstancias, de no haberte sido sincero una vez mas, de haberte podido mirar a los ojos con dignidad y pedirte que me creyeras.

H – ¿Cuando te irás?

A
– El vuelo sale esta noche a las nueve.

H
– ¿Esta noche? ¿Estas bromeando?

A – No Helen no bromeo, viajo esta noche.

Niños
– “!!Laura esta detrás de la columna!! ¡Laura sal! ¡Te he visto!”

A
– No llores por favor, no puedo soportar verte así, me haces sentir muy vulnerable.

H
- (enojada) ¡¿Vulnerable?! ¿Ahora me vas a decir que Tú eres “vulnerable”? Cuando ni siquiera tuviste la valentía de negarme un beso cuando te lo pedí? Te voy a decir algo Alberto…

Niños“!No! ¡No estoy detrás de la columna! Tienes que decir exactamente donde estoy, ¡eso no vale!”

H - (mas tranquila y concreta) Aquella triste tarde, que tu y yo recordaremos para siempre, tuviste la oportunidad de hacerme sentir importante, de considerar nuestra relación como parte de tus proyectos, ¡ja! ¡De tus “importantísimos” proyectos!

Niños
“!Eres una mentirosa! ¡Estas detrás de esa columna! Sal ahora mismo,!estas haciendo trampa!”

H
- Y sin embargo, preferiste plantear un doble juego para mantener tu imagen de hombre maduro y centrado…

A
– Helen, no…

Niños
“!Yo no soy una mentirosa! mentiroso eres tu que dices cosas que no son, ¡yo no estoy donde tu estas diciendo!”

H – ¡Si, claro que si! Y a costa de hacerme sentir ridícula y humillada delante de ti y de Saskja, mantuviste tu lamentable discurso que me dejaba en evidencia ¡y totalmente desarmada!

A
– ¡Basta Helen!

H
– ¡No! ¡No basta! ¡Ahora me vas a escuchar!

Niños“!Laura es una mentirosa! ¡Laura es una mentirosa! ¡No quiero que juguemos mas con ella!”

H
– ¡Quiero que sepas que no mereces nada de mi! ¡Ni tan siquiera estas lagrimas que en forma de dolor te dicen la verdad! ¡No quiero verte mas, nunca mas! ¡Sal de mi casa ahora mismo!!

A (yéndose) Estas loca….

Niños
“Esta bien, aquí estoy, detrás de la columna, ¡pero yo no soy Laura! Jajaja ¡Has perdido otra vez! jajaja” (Todos los niños ríen)

A
(Cerrando la puerta) ……creo que no te conozco, o me equivoqué de persona.





J.VN - Buenos Aires/Septiembre 2007

¿ Es a mí ?

Eduardo – ¿Porque que me miras tanto? Y ¿porque cada vez que lo haces pones esa estupida sonrisa?

Juan – ¿Que te pasa? ¿Estas idiota o que? Yo no pongo ninguna estupida sonrisa, simplemente te miro.

E – No, no simplemente me miras, además de mirarme dibujas en tu rostro esa estupida sonrisa.

J- ¿Nunca te han dicho que eres un poco prepotente y egocéntrico? ¡Yo no pongo ninguna sonrisa cuando te miro! Y aquí el único estupido que hay eres tú, ¿me explico?

E – Te explicas perfectamente, pero no vuelvas a seducirme una sola vez más, ¿de acuerdo? ¡Y estoy hasta el culo de que cada vez que tienes una oportunidad me lanzas una de tus insoportables sonrisitas seductoras! ¡Me ponen enfermo!

J – Esta bien, esta bien, lo que tu digas, la verdad es que estas intratable últimamente.

E – ¿Intratable? Pero Juan, pero como no voy a estar intratable si la gente no para de mirarme. Hasta tú acabas de admitir que me estabas mirando.

J – ¿Pero que estas diciendo?

E- ¡Que la gente no para de mirarme joder! ¡Yo no se si es que tengo monos en la cara o que mierda pasa!

J – Yo creo que tienes un problema..

E – Voy al supermercado, y el chino de la caja no para de mirarme mientras compro, ¡en la librería igual! En el trabajo esta mañana cuando me quiero dar cuenta hay cuatro personas que me estaban mirando. Y claro, cuando les veo, van y quitan la mirada rápidamente. Voy y les digo “¿¿Pero que me miráis??”, y los idiotas no dicen nada, agachan la cabeza y siguen trabajando. ¡Yo es que no lo entiendo!

J – No se, a lo mejor fue una coincidencia, a veces te quedas mirando a alguien sin querer mirarlo y cuando te das cuenta que te ha visto por vergüenza miras para otro lado, y no es que te atraiga algo o veas algo en el rostro de esa persona, es que sencillamente te cuelgas mirando.

E – ¡No no no no, que no! ¡Que me miran joder! ¡Que me miran algo y no se que mierda es! Ayer, serian las once de la noche, me tomo el subte y claro, vacío, me siento y cuando me da por mirar por la puerta que comunica un vagón con otro, veo a un tipo tocando la guitarra y mirándome. Yo en ese momento de manera natural vuelvo la mirada al frente, porque es que además no podía creerlo, pero es que vuelvo a mirar y el tipo ¡me seguía mirando!
Me levanto, me voy para la puerta y adivina lo que hace…..sale corriendo sin parar de reírse, yo me bajo también para ver si puedo pararle, y justo se cierran las puertas tras de mi y se larga el tren.
¡A la mierda el tren! ¡A la mierda el guitarrista, y todo por las miraditas de los huevos! ¡Pero como no voy a estar nervioso hombre!

J – Bueno mira, yo creo que estas exagerando un poco…y además pienso que deberías de tranquilizarte.

E – Para para para, (casi susurrando con nerviosismo) no te des la vuelta ahora,eh? pero detrás tuya, en este mismo momento hay una vieja que me esta mirando.

J- Pero…..¿sigue mirando ahora?

E- Si si, no para de mirar, ¡y ahora comienza a reírse! (a la señora) ¡Pero señora! ¿De que se ríe usted si se puede saber?


Juan se da la vuelta y la señora esta totalmente paralizada riéndose a carcajadas mirando a Eduardo.



J.VN - Buenos Aires - Septiembre/2007

De los Inicios



Ya no hay barandas donde asomarse, ni cielos que respirar.

Ahora solo existe la impronunciable necesidad del silencio, esa que hasta los mudos saben respetar.

Ni mi carne ni mis ojos son ya testigos de mi locura, solo el incesante deseo de renacer es padre de mi propia existencia. No temo al tiempo, ni a la tierra que yace entre mis huellas borradas. No me acobardan las lenguas que gritan dialectos que suenan igual que la propia angustia de las gargantas secas. Yo soy mi espacio, mi lugar y mi tiempo, ni siquiera podría culparme de lo que no he sido, porque nunca fuí.

A mi me gustan las mojadas aceras que reflejan los cielos rotos entre baldosas incompletas. Me gusta mirar los ríos de sangre que nacen en los ojos de los humildes, porque lloran la paciencia de vivir hasta la muerte.

Ni la sonrisa de los locos, ni el llanto de los cuerdos pueden hacer que me entienda, y aunque rompiera en mil pedazos el espejo de mi enigma lograría entender la vida contenida. No es miedo, tan solo intriga, de descubrir amaneceres verticales, lunas que se cierran, y veranos con niebla.

Yo soy el comienzo de lo que era, la imborrable esfera que se abre y que nunca se cierra, las luces de un poeta en el mar, las sombras de un actor en escena.

Soy testigo del amor, que nace y se encierra, en la angosta oscuridad de los besos perdidos, en la incurable enfermedad de lo eterno.

Aquí me tenéis, azul, y cierto.

......................................................................................................................J.VN - (de Atrapados en Azul - 2003)



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